martes, 29 de julio de 2008

ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE

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Un sueño soñaba anoche, soñito del alma mía,
soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora muy blanca, muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas, ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante: soy la Muerte Dios me envía.
—¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día!
—Un día no puede ser, una hora tienes de vida.

Muy deprisa se calzaba, más deprisa se vestía;
ya se va para la calle, en donde su amor vivía.

—¡Ábreme la puerta, blanca, ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue a palacio, mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando, junto a ti vida sería.
—Vete bajo la ventana donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare, mis trenzas añadiría.

La fina seda se rompe; la muerte que allí venía:
—Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.
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Romance del enamorado y la muerte

1 comentario:

Idea dijo...

Buena idea la suya de rescatar y desempolvar poemas que marcaron- al menos - mi camino. Digame, ¿nos conocimos en algún pasado resignado al olvido? Le pregunto porque todo lo que trae del fondo de su vida coincide con el mío.