lunes, 11 de agosto de 2008

domingo, 10 de agosto de 2008

¡OH CAPITÁN, MI CAPITÁN!


¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro espantoso viaje ha terminado,
la nave ha salvado todos los escollos,
hemos ganado el premio que anhelábamos,
el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado,
mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.
Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!
¡oh rojas gotas que caen,
allí donde mi capitán yace, frío y muerto!

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas,
levántate, por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín,
para ti ramilletes y guirnaldas con cintas,
para ti multitudes en las playas,
por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!
Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,
derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven,
mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
la nave, sana y salva, ha anclado, su viaje ha concluido,
de vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas!
Mas yo, con tristes pasos,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.

FUNERAL BLUES



Paren todos los relojes, corten el teléfono,
eviten que el perro ladre con un jugoso hueso,
callen los pianos y con un apagado golpeteo,
saquen el ataúd, dejen que las plañideras vengan.

Dejen que los aviones giren, gimiendo, sobre nosotros,
garabateando en el cielo el mensaje "Él está muerto",
pongan crespones en los cuellos blancos de las palomas de la calle,
dejen que los agentes de tráfico lleven guantes negros de algodón.

Él fue mi Norte, mi Sur, mi Este y mi Oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso de domingo,
mi amanecer, mi medianoche, mi charla, mi canción;
pensaba que el amor duraría por siempre: estaba equivocado.

Las estrellas no son deseables ahora: apáguenlas una a una;
empaquen la luna y desmantelen el sol.
Vacíen lejos el mar y arrasen el bosque;
porque ahora nada de lo que llegue puede ser bueno.

SALMO XVII



Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

LA SOCIEDAD DE LOS POETAS MUERTOS



[...] Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso: vive el momento, no pongas fe alguna en el mañana.

Horacio, Odas (Carmina), I, XI

miércoles, 6 de agosto de 2008

HAMLET



SEPULTURERO: [...] Ahí tenéis una calavera. (Tomándola del suelo.) Esta calavera ha estado metida en tierra veintitrés años.

HAMLET: ¿De quién era?

SEPULTURERO: De un imbécil hijo de puta. ¿De quién dirías?

HAMLET: ¿Qué se yo?

SEPULTURERO: ¡Mala peste te confunda! ¡Loco idiota! Un día me tiró por la cabeza una botella de vino del Rin. Esa misma calavera que veis es la de Yorik, el bufón del rey.

HAMLET: ¿Esta?

SEPULTURERO: Esta misma.

HAMLET: Deja que la vea. (Toma la calavera.) ¡Ah, pobre Yorik! Yo lo cconocí, Horacio: era un hombre de gracia infinita y de una fantasía portentosa. Mil veces me llevó a cuestas y ahora ¡qué horror siento al recordarlo! Aquí pendían esos labios que yo he besado tantas veces. ¿Que fue de tus bromas, tus piruetas, tus canciones, tus rasgos de buen humor, que hacían romper en risa a toda la mesa? ¿Nada, ni un sólo chiste para burlarte de tu propia mueca? ¿Qué haces ahí con la boca abierta? Vete ahora al tocador de mi dama y dile que, aunque se ponga el grueso de un dedo de maquillaje ha de venir por fuerza a esta triste figura. Prueba hacerla reír con eso.