jueves, 17 de julio de 2008

NO ENTRES DÓCILMENTE...



No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por el brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada
[deslumbrante
cuánto los ojos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú, mi padre, en tu triste apogeo
maldice, bendice, mientras imploro con la vehemencia de tus
[lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche clara,
rabia, rabia contra la agonía de la luz.


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